Queridísimo,
Nunca pensé que sería el tipo de madre que tiene tiempo para escribir largas cartas y hablar de lo que está pasando, pero estoy tratando de probarme a mí misma.
Ahora mismo estoy solo, tomando mi café matutino, recordando todo lo que hemos pasado juntos y pensando "Creo que nunca le he dicho a nadie cómo me siento".
Quiero cambiar eso. Sé que esto va a sonar raro, pero no sé si alguna vez he expresado lo mucho que te quiero.
Creo que eres consciente de ello por todo lo que hago por ti y todo lo que hacemos juntos: desde acurrucarnos antes de dormir y abrazarnos cada vez que nos despedimos, hasta terminar las frases del otro y prepararnos bocadillos mutuamente.
Pero no creo que eso sea suficiente. No creo que debas crecer sin oír a tu madre decir "Te quiero". No creo que debas ir por la vida especulando si decir "Te quiero" significa que eres débil.
Te quiero, hija mía. Te quiero más de lo que nunca he querido a nadie. Te amo más de lo que jamás pensé que sería capaz de amar.
Sé que no soy perfecta, pero espero que nunca olvides lo mucho que lo intento.
Pienso y analizo constantemente todo lo que hago porque me aterroriza cometer errores, decepcionar a papá y defraudarte. Me golpeo repetidamente en cada momento de debilidad porque me mortifica fallar en lo único bueno que he hecho.
No creo que seas consciente de ello porque eres pequeño, pero me paso las noches repasando todo lo que he hecho ese día. Te pongo a dormir, me preparo una taza de té y me doy una paliza por todo lo que he hecho mal.
Olvidé ponerte los pañales cuando te preparaba para ir a casa de la abuela. Olvidé decirle a papá que tenía que recogerte en casa de la abuela después del trabajo. Me olvidé de lavar la ropa antes de salir, lo que significa que ninguno de nosotros tendrá ropa limpia para mañana.
Soy un desastre, ¿verdad? Sé que no soy perfecta, pero lo intento con todas mis fuerzas.
Me esforcé al máximo, incluso cuando te hice nuggets de pollo para cenar durante siete noches seguidas. Recuerdo que, cuando me enteré de que estaba embarazada, me propuse ser la mejor madre, la más arreglada, la más preparada y la más lista para todo.
Recuerdo que hablaba mal de las mujeres que no preparaban comida casera para el bebé. Creía que sabía todo lo que tenía que saber sobre ser madre, pero me equivocaba.
Te quiero más de lo que las palabras pueden expresar, hija mía. Pero nunca he estado tan cansada como ahora. Nunca he estado más sobrecargada de trabajo, abrumada y sobreestimulada. Sé que te mereces algo mejor que unos nuggets de pollo, y cada vez que eso ocurre me doy una paliza.
Quiero hacer magdalenas de arándanos, tortitas con mantequilla y sirope y huevos revueltos, pero no tengo fuerzas para cocinar cuando llego a casa del trabajo. Quiero hacerme con esas cajas Bento tan monas que veo en Instagram y empaquetar un montón de bocadillos para picar, pero no tengo tiempo.
Sé que mereces más. Te mereces algo mejor. Te mereces el mundo.
Me esforcé al máximo, incluso cuando olvidé abrazarte para despedirme porque llegaba tarde al trabajo.. No se me da bien hacerme sentir mejor, ¿verdad? Me torturo con todos los errores que he cometido y empiezo a pensar que nunca sabrás cuánto lo he intentado porque parece que nunca lo consigo.
Me encanta que tengamos los pequeños rituales que hacemos antes de que yo me vaya a trabajar y tú te vayas a casa de la abuela.
Te pones de puntillas y estiras los brazos hacia arriba, en señal de que quieres que te levante. Pones las manos en mi cara y me tocas la nariz con la tuya. "¡Besos en la nariz!" exclamas repetidamente. "¡Besos en la nariz!" respondo mientras te abrazo, te abrazo fuerte y te vuelvo a dejar en el suelo.
No creo que entiendas cuánto aprecio esos momentos. Y sé que olvidé abrazarte el otro día cuando llegaba tarde al trabajo. Pero quiero que sepas que me pasé el resto del día pensando en eso, castigándome por ello y esperando que me dejaras compensarte.
Intenté ser la madre perfecta, incluso cuando resbalaba y decía una mala palabra, y tú me la repetías. Ni siquiera sabía que me estabas escuchando. Me estaba volviendo loca porque no podía seguir el ritmo de las tareas domésticas y enumeraba en voz alta las cosas que tenía que hacer.
Pronuncié una palabrota y me volví hacia ti para comprobar si me habías oído. Y, por supuesto, me la has repetido entera y te has reído. Yo también me reí, porque no pensé que se lo repetirías a tu papá o a tus maestras de la guardería. Pero me acordé de lo que pasó cuando me estaba preparando para ir a la cama.
Me sentí mal porque no quería ser esa madre. No quería ser la madre que se olvida de empaquetar la ropa de sus hijos. pañales. No quería ser la madre que prepara comida de la sección de congelados del supermercado.
No quería ser la madre que es un mal modelo para sus hijos. Quería ser la madre perfecta, la que hace todo bien desde el principio, la que termina todo a tiempo y lo mantiene todo bajo control.
Y, aunque no soy perfecta, espero que nunca olvides lo mucho que me esfuerzo. Espero que puedas perdonarme por todo lo que no hago bien, cada vez que no llego a tiempo y cada momento que me pierdo por estar ocupado. Espero que puedas recordar lo que más importa: te quiero con todo lo que tengo.
Con amor, por siempre y para siempre, mamá.